“La vida no hay que entenderla, hay que vivirla” Aliciah Casas
Aliciah Casas,investiga en el despertar de la conciencia.
Tengo 52 años. Nací en Barcelona y vivo en Moià. Hago sanación silenciosa en Silencio Barcelona, en grupo o individual, y retiros de silencio. Votamos en función de la seguridad que nos transmiten los políticos. En el mundo hace falta paz, sería un salto evolutivo. La energía que yo soy no se destruye.
El poder del silencio
Tras una vida de traumas, cayó en la ansiedad y la depresión y se entregó a la autodestrucción, que pronto dio sus frutos en forma de una enfermedad autoinmune dolorosa. Nunca había leído un libro de autoayuda ni tenía creencias, pero el sufrimiento acumulado la sacudió una noche: “Fue como si yo me separara de mí y pudiera verme con mis enfermedades y mi victimismo, y ese observador que también era yo estaba muy tranquilo, no le pasaba nada. Me situé ahí, entré en un estado de profunda armonía y paz. La realidad tomó una presencia ante mí que no había percibido antes. Tuve la certeza de que el amor que sentía me estaba curando. Al día siguiente llamé a un amigo budista: ‘Creo que has trascendido la mente’ . Se instaló en casa para acompañarme”. Lo explica en Aliciah. La sanación silenciosa (Kairós), escrito por Jai Arumi.
Cuando ocurrió mi despertar de la conciencia llevaba 25 años en tratamiento psiquiátrico.
¿Qué le pasaba?
Me diagnosticaron y trataron de ansiedad crónica, depresión y acabé desarrollando un problema autoinmune muy doloroso.
¿Qué la llevó ahí?
El miedo a la vida. Cuando yo tenía tres años mi madre volvió del hospital, acababa de dar a luz a mi hermano, y frente a mí cayó a plomo en un charco de sangre. Tenía una hemorragia interna.
Una imagen imborrable.
A partir de entonces tuvo una salud muy precaria. Mi hermano y yo nos tuvimos que ir a vivir con los abuelos. Mi hermano pasó una hepatitis muy grave que lo tuvo entre la vida y la muerte, y siendo adolescente mi novio se mató cuando venía a recogerme.
¿Demasiadas cosas por procesar?
Decidí destruirme: drogas y un sexo muy sucio. Terminé en el hospital con mi primer ataque de ansiedad. Luego apareció la enfermedad autoinmune, dolorosa y cara. Colapsé, perdí el trabajo, mi casa, mi pareja.
¿Cómo salió de ahí?
Me veo desvalida y contacto con una empresa catalana de prostitución. Siento una culpa terrible. Me planteo el suicidio y, cuando me rindo, consigo verme a mí misma desde fuera, veo mi victimismo destructivo.
¿Sentía dolor físico?
Sí, pero decidí dejar los analgésicos y entregarme al dolor. Solo sentir el cuerpo. Eso me ayudó a vivirlo desde un lugar menos mental. Al cabo de unos meses, una noche, me pongo a ojear un libro y de pronto aparecen dos luces blancas en mis ojos que me ciegan. Empiezo a sentir calor en la cabeza y oigo un frenazo fortísimo, como el de un coche.
¿En la calle o en su cabeza?
Eran los pensamientos, de pronto desaparecieron. Entré en un silencio muy intenso, todo brillaba y sentía un amor inconmensurable.
¿Cómo evolucionó el tema?
El inconsciente que me había tenido 25 años enferma afloró, era una locura, un día entero me repito “puta”; al otro, “suicídate”.
Vaya.
Pero descubro que en mi cuerpo hay una inteligencia que me permite vivir todo ese desorden devolviéndolo al orden. Durante tres meses depuré rabia, agresividad, miedo, tristeza. Luego empecé a percibir las energías de la gente, de los espacios…
Un renacer.
Entiendo que la esencia, el ser, nunca se había visto afectada por nada de lo que me había pasado, y que ese ser está en todos. Descubro que la vida no hay que entenderla, hay que vivirla. La vida ocurre, no hace falta que opines nada de ella.
¿Qué ocurre en su vida?
Trabajo en una zapatería media jornada y la mañana la dedico a estar en silencio, lo necesito. La mente está llena de imágenes del pasado y del futuro, historias que nos contamos, como lo que me ocurrió a los tres años.
¿Qué hace con eso?
Escribirle una carta al trauma y a mi madre, avisándola antes, diciendo que el accidente no fue mío sino suyo. El inconsciente se mueve con metáforas. Eso hice con todos mis traumas. Y permití que el sufrimiento se manifestara tal como era, sin relato, sin querer cambiarlo, sintiéndolo en el cuerpo.
¿Cómo pasó a sanar a los demás?
Me veían curada, me preguntaban cómo lo había hecho, me pedían ayuda; así empecé a acompañar a la gente. Un día aparece la sanación silenciosa con una persona que tenía convulsiones, le pongo las manos y se calma.
Y va llegando gente.
Y yo procuro llevarles a ese estado de silencio. No les cobraba nada, investigaba cómo.
¿Cuál es su consejo?
Trata de vivir el instante tal y como viene, deja de buscarte en el mundo, en las cosas. La paz y el amor no están en el mundo, están en nosotros. Por eso es esencial dedicar un momento a diario para interiorizarse, para saber dónde está tu atención. La atención consciente es lo más poderoso que tiene el ser humano. La atención o está aquí o está perdida.
La mente es dispersa.
En el cuerpo hay una inteligencia muy profunda que sabe conducirnos a ese lugar de quietud, lo único que debemos hacer es llevar la atención al cuerpo. Nuestros cuerpos están llenos de tiempo, pasado y futuro, los pensamientos dejan memoria en el cuerpo.
¿Y?
Lo primero es sentir esa cantidad de tiempo acumulada en el cuerpo y que se libere. Luego, tratar de cultivar esa quietud que hay por debajo de esa inquietud. Eso, todos los días.
Buenos deberes para la rentrée .
En cada uno de nosotros existen dos dimensiones: la primera es la del silencio, la quietud, y la otra es la de la identidad. Una es profunda y la otra superficial. La identidad debe subordinarse a ese lugar más profundo.